Halle Maria Berry nació el 14 de agosto de 1968 en Cleveland, Ohio, siendo la segunda hija del matrimonio formado por Jerome Jesse, celador, afroamericano, y Judith Ann, enfermera psiquiátrica, de ascendencia caucásica. Sus padres se conocieron en el hospital psiquiátrico donde ambos trabajaban. La infancia de Halle no fue fácil, cuando contaba sólo cuatro años, sus padres se divorciaron, siendo abandonada tanto ella como su hermana, Heidi, al cuidado exclusivo de su madre.
Tras graduarse de secundaria en el Bedford High School, simultaneó los estudios de periodismo en la Cuyahoga Community College de Cleveland con un constante periplo por numerosos certámenes de belleza, ganando en 1985 el concurso de Miss América Adolescente y, al año siguiente, fue nombrada Miss Ohio, título que le daba el pasaporte para participar en Miss América, donde quedó primera finalista. Ese mismo año, representó a EE.UU. en la gala de Miss Mundo, donde quedó sexta.
Dispuesta a perfeccionarse como modelo y con la mirada puesta en los escenarios, en 1988 se trasladó a Illinois donde hizo sus primeros pinitos en diversas series televisivas. Fue en esta época en la que le fue diagnosticada diabetes, convirtiéndose en una de sus principales portavoces en la lucha de esta enfermedad crónica.
En 1991 debutó en la gran pantalla de la mano de Spike Lee que la transformó en una drogadicta en “Jungle Fever”, drama protagonizado por Wesley Snipes y Annabella Sciorra, con Anthony Quinn, Samuel L. Jackson, Ruby Dee y el propio director en el reparto. Ese mismo año se estrenó como coprotagonista en la comedia romántica “Strictly Business”, de Kevin Hooks.
En la nochevieja de 1992 contrajo matrimonio con la estrella de béisbol David Justice, unión que acabó en divorcio en 1997.
Sin duda, su belleza delimitaba los papeles cinematográficos que le ofrecían. Así, explotó su lado sensual en “Boomerang” (1992), de Reginald Hudlin, junto a Eddie Murphy, o en la horripilante “The Flinstones” (1994), producida por Steven Spielberg y dirigida por Brian Levant. Sin embargo, desde la pequeña pantalla empezaron a llegarle propuestas más interesantes, como “Queen: The Story Of An American Familly”, miniserie de la CBS, de corte histórico y con el tema de esclavitud de trasfondo, que protagonizó convincentemente secundada por Danny Glover, Ann-Margret y Patricia Clarkson.
En estos primeros años en Hollywood, se codeó con grandes nombres como Jessica Lange (“Losing Isaiah”, 1995); Kurt Russell y Steven Seagal (“Executive Decision”, 1996); Martin Landau (“B*A*P*S”, 1997) o Warren Beatty (“Bulworth”, 1998). Pero, de nuevo, su mejor papel en esta época vendría desde la televisión: “Introducing Dorothy Dandridge” (1999), su debut como productora, era un telefilm, dirigido por Martha Coolidge, que narraba la vida de la primera mujer afroamericana nominada al Oscar en la categoría de Mejor Actriz Protagonista, gracias a “Carmen Jones”, en 1955. Por su metarmorfosis ganó el SAG, el Emmy y el Globo de Oro, colocándose en el centro de todas las miradas.
Se hizo con el papel de la mutante Tormenta en la adaptación del afamado cómic de la Marvel, “X-Men” (2000), de Bryan Singer, participando en las secuelas (“X-Men 2”, 2003; y “X-Men 3: The Last Stand”, 2006), y fue la femme fatale en “Swordfish” (2001), de Domnic Sena. Curiosamente, en estos films coincidió con el meteórico Hugh Jackman. Pero su gran película fue (y es) “Monster’s Ball”, de Marc Forster. Un drama racial y paterno-filial, que le valió el reconocimiento en la gran pantalla que tanto deseaba pero con consecuencias insospechadas: ganando el Oso de Oro en la Berlinale y, arrebatándole a Sissy Spacek, la gran favorita ese año por “In the Bedroom”, el SAG y el Óscar. Tachada por sus detractores de oportunista, lo cierto es que se convirtió en la primera actriz afroamericana con la estatuilla a Mejor Actriz (y la única hasta la fecha), una digna recompensa para quien interpretó a la revolucionaria Dandridge un par de años antes. Esta consolidación en el terreno profesional coincidió con su segundo matrimonio con el músico Eric Benet que, lamentablemente, terminó en divorció a punto de cumplir el cuarto aniversario.
A partir de aquí, la denominada “maldición post-Oscar” tiene en Berry a su exponente más característica. A su segundo divorcio había que añadir, previamente, una caída en picado en la calidad de sus películas: fue una de las peores chica Bond en “Die Another Day” (2002), de Lee Tamahori; sobreactuaba en el decepcionante thriller “Gothika” (2003), de Matthieu Kassovitz; y nos hizo poner, unánimemente, el grito en el cielo con “Catwoman” (2004), de Pitof. Buscó consuelo, y lo halló, como no, en la televisión: el telefilm de la ABC “Their Eyes Were Watching God” (2005), producido por Oprah Winfrey y dirigido por Darnell Martin, le valió sendas nominaciones al Globo de Oro y al Emmy aunque sin premio final.
En 2007 intentó resurgir con dos títulos: el thriller “Perfect Stranger”, de James Foley, junto a Bruce Willis y, sobre todo, con el drama “Things We Lost in the Fire” (2007), la experiencia hollywoodiense de la danesa Susanne Bier,… pero nada. A punto de entrar en los 40, la actriz se centró desde entonces en su vida personal: junto a su última pareja sentimental, el modelo canadiense Gabriel Aubry, descubrió la maternidad: Nahla Ariela nació en 2008, pero la relación quedó finiquitada este mismo año. Actualmente, mantiene un romance con el actor Olivier Martínez.
Cual ave fénix, Halle Berry renace con “Frankie & Alice”, de Geoffrey Sax. Su rol de Frankie Murdoch, una mujer con trastorno de personalidad múltiple, ha sido recibido entre ovaciones y, sin duda, se adapta perfectamente al gusto de los académicos. Una fuerte promoción y tendrá muy factible la nominación. Y si los enamoró en su día…
2 comentarios:
Da gusto leerte :P
Tiene buena pinta su peli y encima su complejo personaje puede sorprender a muchos...
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