El director de "Los santos inocentes", como él mismo reconoce que le presentaban en los festivales internacionales, se siente halagado con el premio que le entrega una Academia a la que sólo perteneció unos días, y por no discutir, cuando era presidente su amigo Fernando Rey.
La encuentra poco efectiva: "La Academia tendría que estar en un pie de guerra permanente", dice, y aunque es reacio a hablar de sí mismo, acaba siendo un torrente al detallar los motivos.
Por ejemplo, ve "superfluo" organizar cada año una fiesta de una noche, que es "calcada de los Óscar", en lugar de resolver asuntos importantes, como el doblaje de las películas, algo que "no se puede permitir -dice rotundo- el cine español".
El cineasta, que ha hecho estas declaraciones en la sede de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, situada en una céntrica calle de Madrid, califica la ley del doblaje de obsoleta y hace notar que ningún director general de cine se ha planteado suprimirla.
Ahora, dice, no sólo nos invaden con películas extranjeras "en nuestra propia lengua", sino también con series de televisión "espantosas" a "precios ridículos".
Elegante, con jersey de pico sobre camisa con corbata, vaqueros y abrigo de tweed, Mario Camus (Santander, 1935) afirma que ha hecho siempre el cine que ha querido, si bien algunas veces lo hizo por encargo y "para sobrevivir".
A este "superviviente", cuyo último trabajo fue "El prado de las estrellas" (2007), le encantaría que el público reconociera sus películas sin ver los créditos, aunque reconoce su "sello" tras años de trabajo en "La colmena" (1982), "Sombras de una batalla" (1993), "La ciudad de los prodigios" (1999), o series míticas de televisión como "Fortunata y Jacinta" (1988), o "Curro Jiménez" (1976).
"Yo lo he pasado bien, aparte de trabajar como un animal, pero es que me encanta mi profesión", resume, y atribuye a la suerte haber hecho el cine que hizo.
Hoy, dice, los directores jóvenes, a los que conoce a través de DVD que ve en casa, son "unos virtuosos de gran dominio sobre los aparatos y la técnica; otra cosa -añade- son los temas, les ha dado por los géneros..., el terror, que parece que da dinero", deja caer.
"Veo y reveo lo que me gusta", apunta, la última "que ya se que no es moderna", ha sido "Tasio", una película de 1984 de Moncho Armendáriz.
Recuerda con gran calidez el "laborioso" rodaje de "Los santos inocentes", una obra maestra con un reparto irrepetible, que "se dirigía solo".
Generoso con los actores -"es una de las grandes cosas que recuerdo de estos años"-, Camus señala que el único mérito es elegir al actor para el papel.
Siempre le ha gustado "la angustia" de hacer una película, donde "intervienen 20 oficios distintos, estás siempre en tensión, hermanas a gente que no tiene que ver unos con otros, con un dinero y en un tiempo concreto", dice, y remata que el Goya que le dan se lo dan a él, que es "la marca del saco", y a las películas y a los equipos que las hicieron.
Descreído, un punto desilusionado, halagado cuando se le pregunta por el Goya y beligerante cuando toca, el septuagenario director -es, con Carlos Saura, el que más años lleva en activo en España- se lamenta de que un ex presidente del Gobierno -por Felipe González- declarase que no va al cine.
"Estamos entre los franceses que lo consideran un arte mayor y esto. Cómo puede progresar una industria como la nuestra en un sitio como éste. Es complicado", se autoresponde, y se queja de no encontrar recursos para rodar otra película: "A ver si ahora, con el Goya...".
Cuatro veces nominado a los premios que concede la Academia de Cine, sólo gano uno por "Sombras en una batalla" (1993), como mejor guión original, y es poseedor, desde 1985, del Premio Nacional de Cinematografía. Recibirá el Goya de Honor el 13 de febrero de 2011."
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