3 de septiembre de 2010

Buena acogida para el último film de Coppola en Venecia

Derek Malcolm: "Si alguien espera fuegos artificiales en lasiguiente película de Sofia Coppola, se sentirá decepcionada.
Este retrato tranquilo y sobrio de la estrella de Hollywood Johnny Marco (Stephen Dorff) y su relación intermitente con su hija de 12 años de edad, Chloe (Elle Fanning) no es la crónica del mundo del espectáculo ruidoso de otros directores, como así podría haberlo hecho. 


Dorff y Fanning hacen interpretaciones muy naturales (...) Puede durar un poco más en la memoria  que María Antonieta, aunque no tanto como Lost in Translation"


Incontention.com: Con ironía y brillantez, Coppola ha hecho exactamente la película que necesitaba en este momento de su carrera: una que haga balance de de sus habilidades e intereses, aunque no tenga nada nuevo que ofrecer (*** 1/2)


elmundo.es: Hoy llovía. Mucho. Y era de día. Y se presentaba una película de Coppola. Sofía. La hija de Francis Ford. El resto es rito. 'Somewhere' (así se titula la cinta presentada por la directora de 'Lost in translation') es fundamentalmente eso: liturgia de cine. Si se quiere, la película es "un retrato íntimo de la crisis existencial de un hombre en Los Ángeles de hoy". ¡Glups! La descripción es de la propia cineasta. Eso queriendo. De hecho, Stephen Dorff da vida un actor de Hollywood confinado (o confitado) en su propio lujo. No le falta de nada: chicas, 'ferraris' y... 'ferraris' y chicas. Eso sí, estas últimas son rubias.


Y no hay más. En la hora y media que dura la cinta, la mirada se detiene en los ojos en blanco de su protagonista. La genialidad de la realizadora consiste en extender sobre la pantalla de forma ordenada cada uno de los elementos que componen la ceremonia del cine. Los coches avanzan por el asfalto mientras los cuerpos se desnudan al sol de Los Ángeles. Los diálogos se construyen desde el cruce de miradas que establece la mecánica de los cuerpos.


Y en las grietas que deja la minúscula trama por la que navega el personaje protagonista (la relación con su hija encarnada por Elle Fanning) se cuelan con total certidumbre sensaciones tales como la soledad, el silencio, el vacío y... dos huevos duros. Pero, eso sí, sin dramatismos. Esto no es 'Babel'. Sin declamaciones impostadas. Bien es cierto que 'Somewhere' no descubre nada a cualquier espectador mínimamente atento. Desde el principio se quería un especie de relectura de 'Lost in translation' y, en efecto, así es.


Puestos a conjeturar, quizá la clave resida en la fotografía pictórica (cerca de Edward Hopper) de Harris Savides (un habitual de Gus Van Sant) o en la facilidad de la realizadora para un encuadre siempre sugerente o en la música acoplada como un velcro a la mirada del espectador. Pero no. Lo que cuenta es la certeza de encontrarse en el cine o, si se prefiere, en casa. 'Somewhere' no hace otra cosa que rotular las líneas ya trazadas en las retina de cualquier espectador. Es rito. Es cine, en definitiva, perfectamente consciente de su apellido. Se llama Coppola y, sin embargo, llovía. Y de que manera. Todo los 'anacolutos' del mundo caían a plomo sobre Venecia.


ABC: No necesita mucho aparato, aparte de su propio talento, Sofia Coppola para mostrar que cuanto más viste a su personaje, en realidad, más lo despoja: un tipo todavía joven, sin otro hogar que las habitaciones más lujosas de los hoteles, que no retiene los nombres de sus infinitas amantes, que está solo en las fiestas, que su ex mujer perdió hace mucho la piedad por él y que su hija, todavía una niña, está haciendo oposiciones para tener una vida tan vacía y absurda como la suya.
Comienza la película con un plano sostenido en el que un coche (bueno, un Ferrari) cruza la pantalla de izquierda a derecha… ruge… y luego la cruza, algo más arriba de derecha a izquierda, para, de un enorme rugido, volver a aparecer por donde la primera vez. Obvio: el coche le da vueltas a algo así como un pequeño circuito… Ese plano es el aperitivo de lo que vamos a ver, al dueño de ese Ferrari dándole vueltas y sin dejar de rugir a su circular y asfaltada existencia.
Sofia Coppola lo muestra en toda su nadería hasta que misteriosamente deja de ser él su propio narrador, y pasa a ser narrado por la mirada y el sentimiento del personaje de su hija (¿cuántas de las sensaciones de esa niña no son propiedad de la directora?). Y es cuando de un modo inadvertido se pasa del desprecio a la conmoción por ese tipo vacuo y profundamente infeliz. No es fácil combinar esos dos sentimientos: lo patético (en un escenario, recogiendo un premio ridículo y junto a unas «puris» que bailan semidesnudas…) y lo emotivo del juego de tomarse el té con su hija en el fondo de la piscina…
Sofia Coppola ya nos predijo el aliento de la soledad y el secreto de las falsas esperanzas en un hotel japonés, y ahora, tras sacudirse un poco a sí misma, nos rocía con la amarga bendición de los sueños cumplidos y del gran fracaso del éxito.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bien x la recepcion, aunque me da la sensacion de que si no gana al menos un premio en este festival y/o consigue mas entusiasmo en Toronto, el buzz del filme no sobrevivira para la temporada de premios.

Aunque se encuentra el factor de su padre en su homenaje

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